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"Tenemos que permitir que los artistas se equivoquen".
Tania Pardo. Directora del Museo Centro de Arte Dos de Mayo, de Móstoles. Gestora cultural, historiadora y comisaria.
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La frase de Tania Pardo invita a reflexionar sobre el papel del error como una parte intrínseca del proceso creativo y la libertad artística.
Esta afirmación resuena con cuestiones profundas relacionadas con el aprendizaje, la innovación y el entendimiento de la práctica artística como un espacio de exploración y riesgo.
El error como motor de creación
En el mundo del arte, el error no solo es inevitable, sino que puede ser un catalizador esencial para descubrir nuevas ideas, formas de expresión y perspectivas.
Este concepto está intrínsecamente ligado a la experimentación, donde los artistas prueban técnicas, conceptos y materiales sin garantías de éxito inmediato.
Si no se permite el error, los artistas podrían limitarse a reproducir fórmulas seguras, sofocando la innovación y la autenticidad de su trabajo.
Tania Pardo podría estar sugiriendo que tanto las instituciones como el público deben adoptar una actitud más abierta hacia las obras que no cumplen expectativas convencionales.
Este margen para el error es crucial para que los artistas puedan explorar territorios desconocidos y profundizar en su práctica sin el miedo paralizante a ser juzgados o etiquetados como incompetentes.
En un mercado del arte cada vez más competitivo y mercantilizado, los artistas suelen enfrentarse a la presión de producir obras "perfectas" que cumplan con las expectativas de galerías, coleccionistas o instituciones.
Este perfeccionismo, alimentado por la necesidad de éxito comercial, puede sofocar la creatividad y fomentar una producción artística complaciente o formulaica.
Permitir el error significa despojar al proceso artístico de esta obsesión por los resultados inmediatos, abriendo espacio para que el artista explore, fracase y, eventualmente, se transforme.
La frase "tenemos que permitir que los artistas se equivoquen" es, en última instancia, una invitación a reconsiderar cómo valoramos el arte y el proceso creativo.
Aboga por un cambio de paradigma donde el error se vea no como un defecto, sino como una parte esencial del desarrollo artístico y humano.
Esto requiere tanto de los artistas como de las instituciones, coleccionistas y público, una actitud de apertura, paciencia y humildad.
Aceptar el error como parte del arte es, en esencia, aceptar la imperfección como parte de la vida misma.
Esto no solo enriquece la práctica artística, sino que también humaniza la relación del público con el arte, permitiendo que todos, artistas y espectadores, crezcan a través de la experiencia compartida del intento y el aprendizaje.
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